VUELTAS Y MÁS VUELTAS.

Es una espiral continua. No tiene ni principio ni fin. Sin embargo, y pese a que no ha existido siempre, tengo la impresión de que ha estado ahí toda la vida, mucho antes que yo y que continuará estando cuando yo desaparezca, con otros incautos dentro de ella.
Como todo remolino, en su movimiento constante te arrastra en círculo. Das vueltas una y otra vez, acercándote a su centro, que parece la boca monstruosa de alguna criatura voraz. De esa boca asoma una negrura espesa y sin fin, que parece mostrarte un infierno donde ni el tiempo ni el espacio existen y donde la eternidad te tortura hasta consumirte, desgastándote y desesperándote.
Pero este remolino nunca te arroja dentro de sus fauces hasta que has consumido el último minuto de tu vida, que puede ser más o menos larga, en función de tu resistencia a la tortura, a la que estás sometido por esta espiral.
Así es que, una vez que crees que todo va a acabar definitivamente y que no volverás a tener que sufrir por los mismos recuerdos de siempre, y ves cómo te aproximas al centro de la Nada, pero a la que estás casi rozándola, de sopetón te ves arrojado al exterior de la espiral y vuelves a empezar. Creo que se le podría llamar también como La Rueda de la Vida. No lo sé.
El caso es que estoy metido dentro de ella.
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